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Recordando un domingo con El mejor equipo del mundo

La travesía comienza con ansiedad, con un sentimiento de preocupación por desconocer si todos los jugadores asistirán al encuentro. Las llamadas comienzan, los celulares suenan, no contestan. Sólo la noche es testigo y cómplice del paradero de ciertos jugadores. Como siempre, la noche anterior es el rival más difícil de vencer.

Con apuros, el equipo comienza a completarse. Los integrantes esperan que el mítico entrenador no se haya bebido el dinero de los balones que tenía que comprar o que las credenciales de cada uno de los jugadores se encuentren en esa misteriosa mochila donde permanecen todas las herramientas que el chachalsin (DT) ocupa para preparar los partidos.

El equipo se reúne, escucha con atención la alineación. Una alineación que ha tenido que ser manipulada por la cruda de Mauricio, el estado etílico de Rafa, las lesiones del Kaiser Crispín y las ausencias de jugadores que no son conscientes que están dentro del mejor equipo del mundo. Malditas circunstancias, malditas por ser la única representación de constancia en el equipo.

El encuentro a punto de empezar, los nervios empiezan a conquistar a los jugadores, los jugadores contestan a la agresión con movimientos baldíos de calentamiento. Huerta y Gabriel, los flamantes refuerzos de esta temporada, se acercan a Jaime para hacerle saber alguna opinión futbolística que ayude a salir victoriosos de esa batalla en vísperas de comenzar.

Los gritos motivacionales comienzan; “Pipo, con huevos cabrón, no la vayas a cagar.”  Chachalsin ve a sus jugadores, prende un cigarro que hurtó del morral de Jaime, viaja en su mente a CU. Se ve reflejado en Mejía barón, espera de su equipo la misma actuación que cada quince días tenía aquel mítico equipo universitario.

Partido ríspido, se vive con intensidad. En la media cancha, Gabriel y Toni ponen orden, echan a andar la máquina. Las bandas están cubiertas, el recorrido de Huerta ayuda a cubrir las deficiencias de la defensa, pero limita su capacidad ofensiva. Pipo, líder en la zona baja, le grita a su línea, pone orden, sin embargo, pierde la posición con el delantero contrario. Jaime, posiblemente el mejor diez que salió de la Escuela Eufrosina, se encarga de crear peligro en los tres cuartos de cancha. Mauricio y Rafa son los responsables del gol.

El ataque rival comienza a acechar a la defensa, nervios provocan errores y errores provocan goles, goles provocan tensiones y las tensiones pasan una factura cara que el chachalsin tiene que pagar. La situación del partido exige cambios, la banca da una impresión de tranquilidad que no permite conocer el verdadero sentimiento de ansiedad que existe por saber quien será el elegido para tratar de darle un cambio revulsivo al equipo.

La decisión se toma, acertada o errónea, nadie reclama. La tensión incrementa, Jaime y Mauricio sacan ese temperamento que los acusa de ser hermanos. Pipo se quiere comer al árbitro por cada decisión que toma, Huerta muestra un semblante de impotencia que contagia a todo el equipo. El final está cerca, la solución está lejos y sólo una acción divina es capáz de darle vuelta a este partido.

El árbitro hace sonar su silbato, el equipo cabizbajo camina hacia su aposento, esa esquina responsable de cuidar sus artículos personales y de comenzar la sanación del equipo. Ambiente hostil, nadie se ve directamente a los ojos. El don de las chelas tiene el remedio para enmendar lo recién ocurrido y está ansioso para comenzar a andar su verdadero negocio, las chelas.

Se destapan cervezas, caras largas permanecen todavía en esa esquina que está a punto de sacar su magia. Sale un chascarrillo, se rompe la tensión, comienzan algunos reclamos y puntos de vista a cerca del rendimiento de algunos jugadores, después,  la cábula vuelve a reinar en esa esquina.

Cerveza tras cerveza, el fútbol sigue estando en primera plana, el ambiente ha cambiado, la derrota se ha olvidado y el partido de la siguiente semana está en la boca de todos. Otra vez, esa choza, donde se enfría la cerveza y se preparan las frituras ha sido testigo de la razón por la cual ellos, son el mejor equipo del mundo.

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Written by Miguel Lapuente

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