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EL CHINO QUE REVOLUCIONÓ EL SOFTBOL ARGENTINO

Hace algunos días, alguien a quien le tengo bastante respeto, me dijo que los periodistas tenían la profesión más irrelevante del fundo, su  principal función es pasar desapercibido la mayor parte del tiempo. Admito que tiene tanta razón y que aún no he podido dominar esa parte de no serlo, así que la historia que a continuación mostraré,  buscará mantenerme al margen de la situación tal cual sea posible.

En esos últimos días donde me despedía de Buenos Aires y había tomado la decisión de despedirme viajando a la capital del softbol argentino, no existía otra duda sino conocer al que para muchos era el principal precursor de la revolución de este deporte en Paraná y quizás hasta de la misma Argentina.

Los estadísticos me mostraban mucho, las personas que me hablaban de él me decían más, pero nada como esa primera y hasta el momento única conversación, con el que me mostró que una mente privilegiada no sólo es aquella que sabe mucho, sino también aquella que recuerda perfectamente cada uno de los momentos que lo llevaron por ese camino.

La llegada a la central de madrugada y la elección de un hotel de paso que tiene similares características a las de México, me hacían pensar que el día se volvería largo y exhausto. Sin embargo todo cambió después de haber caminado ocho calles hacia el Nogoyá 465. En la fábrica de bolsas de polietileno Maria Vera de Sabaté, un negocio de su madre y de ambiente meramente familiar había llegado a preguntar por Eduardo “El Chino” Sabaté.

Cuando me atendió su hijo Lissandro, me empezaba a cuestionar si no había exagerado con las preguntas que lo haría, creo que después de la media hora de plática supe que mi lista de dudas no era nada con lo que el chino tenía para contarme.

Para mi buena suerte, había cargado la pila de mi cámara con mucha anticipación y llevaba memoria extra para los datos que se me fueran pasando, no obstante hubo algo que se me quedó bien grabado: la tranquilidad de entender, que le había  dejado lo que llamó “una segunda vida” y más al deporte que tanto ha amado.

Sus inicios fueron muy diferentes a lo que pensarían los demás, nadie apostaba por un deporte que no se conocía mucho en la Argentina, mucho menos en Paraná, sin embargo, Sabaté dijo que la etapa de la secundaria es la etapa de la rebeldía en todos los sentidos, eso lo llevó por otros caminos, que si bien significaban el realizar una actividad sana, era muy poco atractiva para la mayoría.

Él y sus compañeros se iniciaron antes de los años 70 en la Escuela Don Bosco, se iniciaron pegándole a pelotas formadas con pares de medias amarradas a lo que llamaban pelotas de trapo, sin embargo el problema principal no era la falta de material ni mucho menos las ganas de realizarlo, no había como tal una técnica para enseñar. Los libros y fotos que llegaban eran pasados de mano en mano por cada practicante, sin embargo eran escasos.

Mientras compartíamos algunos mates fui escuchando la historia de 35 años como entrenador en eventos internacionales que iniciaron en Edmonton, Canadá en 1981. Escuchaba historia tras historia que sólo alguien que había pasado tanto tiempo  dentro del diamante podría vivir.

Entre anécdotas viejas y otras no tanto, aprendí que incluso lo que más amas te da buenas y te da malas. El chino decía que su familiar ha sido el pilar más importante para mantenerse durante mucho tiempo en este deporte. El hecho de  tener la gran oportunidad de apostarle todo lo que hasta ese momento te había dado tanto, también debe tener una balanza de costo beneficio.

“Recuerdo aquel año de 1989 donde jugaríamos un Panamericano en casa, nosotros habíamos hecho proceso desde los Juegos Panamericanos de Indianápolis en el 87, llevábamos ya dos años trabajando, por alguna u otra razón se me da la oportunidad de ser manejador y jugador, sin embargo ante molestia de algunos, me echan de ambos puestos en algo en lo que había estado trabajando muy duro y por momentos, difícil de superar”.

La frustración del Chino había sido tan grande a tal grado de desligarse momentáneamente del deporte de manera nacional, a pesar de seguir trabajando en la formación de nuevos jugadores en la Don Bosco. “Mi madre, mi esposa, mis hijos aún pequeños,  mis hermanos, uno ya fallecido, siempre disfrutaron mis alegrías pero también toleraron y me motivaron a seguir adelante ante mis ganas de dejarlo todo”.

La plática con Sabaté se fue alargando, mis preguntas habían acabado ya hace tiempo y la pila de mi cámara no resistió tanto de aquel 20 de diciembre. En lo que a un servidor respecta, mi mente recuerda algo de esas casi tres horas que estuvimos sentados charlando. Sin embargo admito que algunas cosas se borraron después de esa primera noche en Paraná.

Lo anterior no lo digo por haber hecho algo fuera de lo normal para un joven de 21 años, sino que justamente en esa fecha se festejaba una fiesta en la Don Bosco, misma a la que me invitó el chino y donde mi poca experiencia  con el alcohol pudo haber provocado una mala jugada con mi aún peor memoria.

No obstante no olvido aquella plática cerca de las cuatro de la mañana afueras del hotel, con aquel hombre que sin problemas parecía que me triplicaba la edad, pero al que le entendía completamente la filosofía de lo que ha buscado en sus casi 40 años dentro de este deporte.

Una actividad que ha generado en él, el compromiso con los que desde un principio confiaron en su persona y la responsabilidad de dar buenos resultados. Esos mismos valores que lo llevaron a convertirse en instructor de lanzadores para la Federación Internacional de Softbol (ISF) en Latinoamérica y miembro del salón de la fama de dicha disciplina desde 2013.

Lo del Chino no es obra de la casualidad, todo se lo debe a los procesos y oportunidades que se le han dado como entrenador. Hasta el momento él es el entrenador que se ha quedado más cerca de subir a un podio a los argentinos en este deporte,  fue en el mundial de Nueva Zelanda hace 3 años, cayendo en extrainnings ante la  Australia de Adam Folkard el actual mejor lanzador del mundo, logrando un aguerrido cuarto lugar.

Sin embargo de Eduardo Sabaté no me quedo con sus estadísticas, ni sus logros, quizás ni siquiera con su cátedra de conocer el juego mejor que muchos, me quedo con sus vivencias, con sus hazañas, con su hospitalidad y amabilidad de brindarme mucho sin siquiera conocerme, pero principalmente con su filosofía del juego, aquella que dio resultado con hechos y no con palabras.

Hasta que vuelva a conocer a alguien que le deje tanto el deporte sin importar nada a cambio, en mi memoria quedará marcado como una enciclopedia humana de este juego, pero principalmente como el chino que revolucionó al softbol argentino.

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Written by Manolo Vargas

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