Por: Memo González.
Una vez más se llevó a cabo la entrega del “Ballon d’Or”, el reconocimiento al “Mejor Jugador del Mundo”.
Aunque es un premio especial para el esfuerzo y calidad individual de un futbolista, me gustaría hablar de dos puntos que me molestan sobre dicho premio.
En primer lugar, el premio nace como un reconocimiento a jugadores europeos, siendo en su origen un premio al mejor jugador del “Viejo Continente”.
Aunque hoy en día el premio lo puede recibir un futbolista de cualquier nacionalidad (aunque pareciera ser sólo para argentinos o portugueses), me gustaría ver que el galardón cayera en manos de un futbolista que no militara en una competición europea.
Los últimos 20 años no han sido un buen momento para ello por la cantidad de estrellas que ha tenido el fútbol europeo, pero con esto quiero llegar a mi punto: si Messi jugara en otro continente, ¿habría ganado el Balón de Oro? ¿Es el Balón de Oro verdaderamente un premio al mejor jugador del mundo?
Esto me lleva a mi segundo punto. “El mejor jugador del mundo”. No “el mejor delantero”, “el mejor goleador” o “el más guapo” (ya sabes quién eres).
Esa frase que se utiliza con facilidad en la élite de la FIFA y cualquier lugar donde hayan dos personas hablando de fútbol tiene un peso mayor del que se cree.
Todos entendemos que los goles son los que determinan el resultado de un partido, pero quienes gustamos del fútbol podemos encontrar la genialidad del camino recorrido para llegar a él.
El jugueteo previo en la cancha puede ser igual de satisfactorio que el orgasmo del gol.
Pirlo, Xavi o Iniesta han sido jugadores que siendo maestros y dominadores de todo lo que gira alrededor del gol se han quedado en el camino, siendo cruelmente menospreciados.
Un gol no puede ser anotado sin un pase previo, así como una casa no puede ser construida sin un arquitecto.
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