Hoy hace un mes. Ni un día más, ni un día menos. Desde aquel 4 de enero que fue destituido como entrenador del Real Madrid al mismo tiempo que se anunciaba el nombramiento de su sustituto, Zinedine Zidane, Rafa Benítez no ha abierto la boca. Al menos, oficialmente. Lo que no quiere decir que no se haya desahogado con los amigos que le han llamado por teléfono o le han visitado en su paradisigio cercano a Liverpool, con la costa de País de Gales al fondo.
¿Entrevistas? No, gracias. ¿Reflexiones en voz alta? No, gracias. No comment. Hay que indagar. Preguntar acá, en su círculo más íntimo, y allá, en su entorno británico que le mima y admira, para arrancar conclusiones. Su mes ‘en blanco’ está marcado por el silencio. ¿Qué ha hecho Rafa Benítez en este tiempo?
Como prioridad, todo aquello que no había podido hacer en los dos últimos años y medio en los que había vivido alejado de su mujer, Montse, de sus dos hijas, Claudia (17 años) y Ágata (13) y de sus cuatro perros (Red, en homenaje al Liverpool, Goofy, Honey y Clem) con los que pasea diariamente por la playa cuando la lluvia y el viento se lo permiten. Cuestión de no empeorar la forma y, si puede, bajar unos kilos que nunca viene mal. Aunque él siempre dice al que le acusa de estar gordo que lo que está realmente es fuerte.
Rafa está ejerciendo de padre. Tal cual. Lleva a sus hijas al colegio, las recoge, come con ellas, atiende sus deberes escolares, les acompaña a las clases de equitación. Colabora más intensamente con la Fundación de su esposa… y el resto del tiempo se lo pasa ante el televisor viendo fútbol. No menos de 20 partidos por semana. Equipos, jugadores, repaso a cuestiones tácticas, y análisis exhaustivo de todos los datos técnicos, tácticos y físicos de su paso por el Madrid.
Los primeros días después de la sustitución fueron malos. Horribles. En las primeras 48 horas no cogió el teléfono a nadie. O casi. Estaba atormentado. No comprendía nada de lo que le estaba sucediendo. Guarda celosamente los mensajes, varios de los componentes de su plantilla agradeciéndole su trabajo y le gustaría olvidar todo lo que sucedió el día después.
Cuando fue a la Ciudad Deportiva por la tarde del día 5, martes, para recoger sus pertenencias comprobó que ya no estaban en su vestuario, que habían sido recogidas. Y cuando llegó a su despacho ya estaba ocupado por Zidane, que se había estrenado como técnico en la sesión matinal. Florentino Pérez y el director general José Ángel Sánchez también estaban en la instalaciones de Valdebebas, pero no se vieron. No hubo despedida oficial. Como no la hubo de la plantilla porque no existió oportunidad. No era cuestión de haber asistido al entrenamiento de turno con el nuevo técnico ya metido en faena.
Aunque no ha visto completo ninguno de los tres partidos del Real Madrid de la era Zidane, sí ha repasado los resúmenes y tramos en particular y está al tanto de todo lo que se dice en España sobre el Real Madrid y su nueva etapa. Las sensaciones con las que se subió al avión que le llevó a Liverpool se mantienen intactas. Decepción y tristeza. El convencimiento de que no le dejaron trabajar y que el equipo iba encauzado y en la dirección adecuada para dar lo mejor de sí en los tres últimos meses de la temporada, que es lo que encarecidamente se le pidió desde el club desde el primer día que firmó.
El mes de enero, con un partido a la semana, iba a ser clave en la preparación. Había recuperado a los jugadores lesionados e, incluso, sus relaciones personales con hombres como Sergio Ramos y Cristiano ya no eran tan tensas como semanas antes. James era su único frente abierto y su estado físico se ha podido comprobar ya sin Benítez en el banquillo.
Que se sube por las paredes cuando se habla o escribe de la mala condición física del equipo se ratifica con su defensa a ultranza de Paco de Miguel, su hombre de confianza, en su mismísima página web, recordando que acaba de recibir la máxima calificación en la presentación de su tesis ante el INEF y es uno de los profesionales más competente en su materia.
Otra de sus sensaciones más íntimas es que en el Real Madrid no se contempla ni respeta como tal la figura de un entrenador, sobre todo en el caso de que pueda poner en peligro el modelo en cuestión.
Prefiere aparecer lo menos posible en público. Sólo ha acudido a un partido en directo. EnAnfield. Liverpool-Arsenal. Y si lo hizo fue porque los dos entrenadores están bien sujetos a su silla. No quiere ir por los estadios y que le puedan acusar de buitre. En estos 30 días ha recibido media docena de ofertas, pero ningún proyecto interesante. China, Emiratos, Qatar…
Elige esperar, pero no necesariamente hasta la temporada próxima. Firmaría mañana mismo por un club que le presentase un proyecto interesante. Sólo pide rigor seriedad y respeto a su trabajo.
Nota de Marca.com.
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