He escuchado muchas veces que la vida da revanchas, y en otras ocasiones que, el futbol da revanchas. No estoy tan seguro que la vida como tal nos garantice la oportunidad de redimirnos, pero el futbol, por el sistema cíclico bajo el que se maneja, estoy convencido que sí.
Cuando se recuerdan los éxitos de un equipo, pocas veces evocamos los fracasos que le antecedieron, y cuando se hace, es muy probable que se tenga la intención de molestar a los que en ese momento disfrutan.
En otros casos, el rememorar los fracasos anteriores funciona para contextualizar y justificar la creación de una casta que llevó a los equipos a triunfar. Con otras palabras: nos damos cuenta que después de cierto tiempo se logró una revancha.
Quizá no me había percatado antes, pero ahora percibo que los procesos que llevan del fracaso al éxito se han acortado, quizá porque los parámetros para definir los estándares han cambiado (al menos para algunos cuantos).
En este inicio de semana me ha llamado la atención cómo el Barcelona pasó a ser un equipo que estaba destinado al fracaso – después de la salida de Neymar, los fichajes fallidos y la derrota en la Súper Copa de España ante el Real Madrid – a un serio candidato para llevarse la Liga y la Champions.
El Madrid, por su parte, pasó de ser el favorito – después de ganar las dos súper copas – a tener que replantearse la formación de la plantilla por los pocos goles anotados que acompañaron varios empates y una derrota, para después revivir con las anotaciones de quienes ya para poco servían.
Otro caso es el del PSG, equipo que ha adoptado la ideología galáctica del Real Madrid y se reforzó para de una buena vez dar el golpe en la mesa que comparten los clubes históricos en Europa. Todo empezó viento en popa, inmejorable, ganaban, goleaban y gustaban. Su refuerzo estrella, Neymar, por quien desembolsaron 222 millones de euros, humillaba sin mucho esfuerzo a las defensivas de la liga francesa, hasta que se topó con la sorpresa de que Cavani no le otorgaría el rol de “tirapenales”.
Las imágenes del desencuentro ocasionaron una serie de noticias que formaron la opinión de que el equipo muy pronto se había topado con las complicaciones que generan los egos en plantillas hechas a billetazos. Sin embargo, les bastó un partido, el de ayer, y unos cuantos abrazos para mandar a enterrar el problema.
Los equipos protagonistas de las grandes competiciones ya no sólo tienen que cumplir con las expectativas de ganar títulos, ahora lo tienen que hacer sin margen de error porque las crisis los acechan, o al menos eso creemos. Las opiniones fatalistas por unos malos resultados son cada vez más frecuentes, así como las redenciones inmediatas.
Las pequeñas crisis son cada vez más grandes, por más chicas e insignificantes que se vean a la distancia.
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