“Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte, yo estoy muy decepcionado con esa actitud. Les puedo asegurar que es mucho, mucho más importante que eso”, decía Shankly.
A ambos lados del río Mersey todos saben que Liverpool FC es lo que es hoy, el equipo más ganador del fútbol inglés, una de las potencias futbolísticas del Reino Unido, gracias al trabajo, la visión y la obsesión de William Shankly. Bill Shankly es el Matt Busby de Manchester United, el Carlos Bianchi de Boca Juniors, el tipo que, bajo su mando, cambió la mentalidad del club y le imprimió una identidad que no tenía a fines de los años 50’, cuando asumió como DT, a casi 70 años de su fundación.
Lunes 14 de Diciembre de 1959
El escocés Bill Shankly agarró Liverpool de grande. Tenía 46 años cuando aceptó el cargo de entrenador del equipo rojo y ya había entrenado a varios equipos en el ascenso inglés durante una década. La oferta de Liverpool llegó cuando el club estaba en el peor momento de su historia. Hacía cinco años que jugaba en Segunda División y acababa de quedar eliminado en FA Cup contra Worcester City, un conjunto amateur.
“¿Querés ser entrenador del mejor club del país?”, le preguntó el presidente de Liverpool cuando le ofreció el puesto. Shankly respondió: “¿Por qué, Matt Busby (DT de Man. United) se está yendo?” Más allá del humor, Bill comprendió rápidamente el potencial de la propuesta. Lo pensó unos días, le volvió a ganar a Liverpool con su equipo de entonces, Huddersfield, -una vez lo había goleado 5-0-, y aceptó el desafío. Pero puso condiciones.
Ocho años antes, cuando Liverpool estaba en Primera, ya le habían ofrecido el cargo. Se reunión con los directivos y le dijeron que podía armar el equipo pero que ellos se reservaban el derecho de modificarlo. Shankly les respondió: “Si no elijo a los jugadores, ¿para qué soy entrenador?”. Casi una década después, cuando volvieron a contactarlo, se aseguró que él tendría el control total. “En un club de fútbol hay una santa trinidad, los jugadores, el entrenador y los hinchas. Los directivos no entran. Sólo están ahí para firmar cheques”, decía.
El club estaba en ruinas. Anfield, el estadio, estaba en tan malas condiciones que según Shankly parecía “que había sido bombardeado por los alemanes”. Ni siquiera tenía una conexión de agua para regarlo. Las instalaciones de entrenamiento eran un caos. El plantel era una colección de futbolistas mediocres y cansados. El DT debía tomar medidas drásticas para cambiar el rumbo de Liverpool. En la primera temporada transfirió a 24 jugadores y se encargó de que los directivos gastaran tres mil libras para mojar la cancha con regularidad.
Cuando le hablaban de táctica Shankly decía: “El fútbol es un juego simple basado en dar pases, controlar la pelota y mostrarse para recibir pases. Es terriblemente simple”. Su principal revolución en Liverpool fue mental. Contagió a todos con su desbordante pasión por el fútbol, por la competencia y por el éxito. No por nada su frase más recordada es esta: “Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte, yo estoy muy decepcionado con esa actitud. Les puedo asegurar que es mucho, mucho más importante que eso”.
Cada vez que Liverpool perdía, Bill volvía tan enojado a su casa que se iba directo a la cocina y se ponía a limpiar el horno hasta que estuviera impecable. “Era la única forma que sabía para liberar la tensión”, reveló su esposa Nessie. El fútbol era lo único en la mente de Shankly, que se había criado en un pequeño pueblo minero de Escocia. Una vez, recordó un compañero de su etapa como jugador en Carlisle, estaban yendo a jugar y el micro se perdió. Bill se bajó y le preguntó a alguien cómo llegar al estadio. Al volver sacudió la cabeza decepcionado y dijo: “¿Podés creer? Imaginate vivir sin saber dónde queda la cancha de fútbol”.
Ese cambio mental implicó definir la identidad del club. Destacar la pasión multitudinaria de sus hinchas. A Shankly le gustaba mezclarse entre los fanáticos, que alguna vez lo levantaron en andas y lo pasearon por la tribuna. Despreciar a los que no iban cada sábado. En 1965, antes de una final de Copa, Brian Epstein, manager de los Beatles le pidió entradas. “Nunca vi a ninguno de esos Beatles en la tribuna y todos las entradas que tengo se las voy a dar a mis amigos que van a la tribuna”, le dijo Shankly. Y odiar al clásico rival: Everton. “En la ciudad hay dos grandes equipos, Liverpool y los suplentes de Liverpool”, afirmaba. El color azul estaba prohibido. “Acabo de escuchar que tenés un auto azul, ¡vendelo!”, le gritó a uno de sus jugadores.
Por esos arranques, sus futbolistas lo respetaban y le temían. En 1962, Liverpool volvió a jugar contra Arsenal en Primera, en Londres. Faltando diez minutos, ganaban 1-0. De pronto, un tiro de 25 metros y al arquero Tommy Lawrence se le escapó la pelota entre las piernas. Al terminar el partido, los once jugadores se fueron corriendo al vestuario para esconderse del DT, pero Shankly ya los esperaba ahí. Con la cara violeta gritó: “¿Dónde está?”. Lawrence dio la cara: “Estoy acá jefe, antes de que diga algo quiero pedirle perdón a usted y a los muchachos. Nunca tendría que haber abierto las piernas”. “No es tu culpa -respondió Shankly-. Es tu puta madre la que nunca tendría que haber abierto las piernas”.
Miércoles 25 de Noviembre de 1964
“Antes del partido Bill le habló a los muchachos -recuerda Bob Paisley, ayudante de Shankly-. Les dijo: ‘Ustedes leyeron que Anderlecht tiene todos esos jugadores internacionales y lo bueno que son. Ellos no pueden jugar. Son basura. Yo los ví y se los digo. Ustedes los van a asesinar, así que vayan afuera y háganlo’. Los chicos fueron y los asesinaron. Les ganaron 3-0. Después del partido, Bill entró corriendo al vestuario y dijo: ‘Chicos, acaban de ganarle al mejor equipo de Europa’”.
“Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte, yo estoy muy decepcionado con esa actitud. Les puedo asegurar que es mucho, mucho más importante que eso”, decía Shankly.
Shankly fue, para muchos, uno de los grandes motivadores de futbolistas de todos los tiempos. “Mucho del éxito en el fútbol sucede en la mente. Tenés que creer que sos el mejor y asegurarte de serlo”, decía Bill. Don Revie, el DT que ganó todo con Leeds, recordó que cada sábado Shankly lo llamaba por teléfono para, en una especie de ritual, elogiar a sus futbolistas. “Para Bill, cada jugador con la camiseta roja lo tenía todo. Cuando yo le mencionaba uno de los míos decía: ‘Buen jugador, nada mal’”. Una vez, antes de jugar contra el United, se pasó un buen rato hablando mal de los rivales. Uno de sus fubolistas lo frenó: “Todo bien jefe, pero no nombró a George Best, Denis Law o Bobby Charlton”. Shankly lo miró y le dijo: “¿Me querés decir que no le podemos ganar a un equipo que sólo tiene tres jugadores?”.
Ese año 1964, Liverpool estuvo muy cerca de ganar la Copa de Campeones, el único título que le faltó a Shankly. En la revancha con Anderlecht volvieron a ganar 1-0 y avanzaron a 4tos de final. Cuando se hospedaron en Bruselas, a Bill le preguntaron por su domicilio y escribió: “Anfield”. Llegaron hasta la semifinal en ese torneo. Le ganaron 3-1 a Inter en la casa de Bill y perdieron 3-0 en Milan. Pero ese partido ante Anderlecht, quedó en la historia.
Esa noche, por primera vez, Liverpool jugó vestido íntegramente de rojo. “Shankly pensaba que el color tendría un impacto psicológico. Entró al vestuario y le tiró unos cortos rojos a Yeats -el capitán-. ‘Ponételos y dejame ver cómo te quedan’, le dijo. ‘Cristo, Ronnie, te ves increíble, terrorífico. Parecés de dos metros’”. El DT recordó siempre ese partido como un hito. “Los jugadores parecían gigantes. Y jugaron como gigantes. Solíamos jugador con pantalón blanco pero cambiamos para usar todo rojo y fue fantástico”.
Sábado 4 de Mayo de 1974
Liverpool acababa de ganar la FA Cup en Wembley, 3-0 ante Newcastle. Shankly, que ya tenía 60 años, caminaba hacia el vestuario después de celebrar su séptimo título grande con el club. Entonces, Bill tuvo la sensación de que era tiempo de colgar la corbata. “Me sentí cansado de tantos años”, contó en su autobiografía. “Cuando le fui a decir al presidente fue lo más difícil del mundo. Era como caminar hacia la silla eléctrica. Así me sentí”.
Unos días después, Liverpool anunció su retiro. Tras 15 temporadas se fue campeón, con el único remordimiento de no haber podido levantar la Copa de Europa. Cuando le preguntaron por la presión que significó para su equipo jugar tantas finales respondió: “Presión es trabajar en la mina. Presión es no tener trabajo. Presión es tratar de evitar el descenso. La Copa de Europa, la Liga o la Copa no son presión. Eso es el premio”.
Esa década y media de premios cambió todo para siempre. Como en una campaña soñada delFootball Manager de la compu, Shankly agarró a un equipo roto en Segunda y lo dejó brillando en la cima. Los entrenadores que vinieron después levantaron la cosecha. En los 70’ y 80’, ganaron todos los títulos posibles. John Toshack, jugador en esos años, resumió el sentimiento en el club: “Shankly es lo más importante en la historia de Liverpool. Todo lo que hizo, el estilo, el sistema, la forma en la que juega, todavía está ahí. Le dio a Liverpool esa mística, esa aura de grandeza. Liverpool no era nada de lo que es ahora”.
Bill murió en 1981. Lo velaron en la Catedral de la ciudad y transmitieron el funeral por la BBC. Hoy, en la puerta de Anfield hay un Shankly de bronce que protege su legado. Como lo prometió al llegar, la estatua lo recuerda porque “hizo feliz a la gente” de Liverpool. Y sólo por eso, ahí lo adoran.
Documental (en inglés) sobre Bill Shankly
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