Dos partidos y 20 minutos jugó España a ser España durante la Euro. Fue Croacia, selección modesta, mermada, pero bien dirigida la que debió de sorprender a una selección que no se apagó, sino que mostró que ya no tiene aquella ingenuidad e inocencia de saberse propensa al fracaso, que tanto ayudó para conseguir las dos Euros y el Mundial.
Del Bosque se encomendó a un once difícil de mejorar, pero hizo a un lado las variantes tácticas y de sistema de juego que podían proporcionar desde el banquillo jugadores que no resultaron secundarios, sino extras.
Italia priorizó un sistema de juego por encima de las individualidades y se encontró con un gol en una jugada a balón parado siendo superiores, forzó a La Roja con una presión alta a dividir el balón, excluyendo a Iniesta y Silva de la creación, dependiendo mucho de Morata que se enfrentó contra la mejor defensa del torneo, ex compañeros y amigos que lo conocen a la perfección.
En el segundo tiempo, cuando España pretendió revivir, Italia replegó bien sus líneas y encomendó sus transiciones ofensivas a Éder y Giaccherrini. Del Bosque sacó a Nolito y metió a Aduriz para incrementar la referencia ofensiva, y por minutos lo logró, aunque ante Buffon se necesita algo más que enjundia.
Pellé consumó el triunfo con un gol en los minutos finales. España quedó fuera y sin saber qué depara el futuro del míster, quien había permanecido después del fracaso de Brasil 2014 para realizar el cambio generacional de España.
Tal vez lo que necesite España no sea un cambio generacional, sino recordar lo que se sentía al perder una y otra vez, retomar aquella ingenuidad, inocencia y furia, que alguna vez cambiaron por la pelota, según Xavi Hernández, pero que nunca debieron haber abandonado del todo, precisamente para no pasar a ser una selección aburguesada.
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