El mayor logro del futbol chino ha sido clasificarse para el Mundial de Corea y Japón, torneo del que se despidió con tres partidos perdidos y sin marcar gol. En el ranking de la FIFA se encuentran en el puesto número 82. Selecciones como Guatemala (menos de 17 millones de habitantes), Cabo Verde ( poco más de 500 mil habitantes) y Curazao (150 mil habitantes) se encuentran por encima de China (mil 300 millones de habitantes). Pero esto cambiará pronto, porque para el gobierno de Xi Jinping, el futbol ha pasado a ser asunto de estado.
China pretende organizar un Mundial de futbol a un plazo no superior de los 15 años. En 2014, el gobierno chino anunció un plan para construir la mayor economía deportiva del mundo, con un valor de 782 mil millones de euros y ser una potencia en un deporte donde – hasta ahora – reina occidente. Su estrategia incluye la construcción de 20 mil centros de entrenamiento y 70 mil canchas para 2050. Se estima que para 2020 haya 50 millones de jugadores, de los cuales, 30 millones serán estudiantes de primaria y secundaria, ya que será obligatorio para niños y niñas cursar la asignatura de futbol.
Reestructura y fichajes millonarios
La Súper Liga de Futbol (LSF) estuvo muchos años influenciada por la corrupción, apuestas ilegales y escándalos de jugadores, así que tuvo que ser integrada en la campaña nacional contra la corrupción con el fin de limpiar su imagen ante los medios de comunicación que ya habían dejado de transmitir sus partidos y las empresas que apoyaban económicamente a los equipos. Incluso han cambiado el modelo de importar jugadores veteranos de Europa y Sudamérica, ahora buscan jugadores en plenitud y entrenadores como Marcello Lippi, Felipe Scolari o Manuel Pellegrini para mejorar el espectáculo y atraer a aficionados a los estadios y – sobre todo – aprender de ellos, empaparse de una cultura futbolera que según José Antonio Camacho, ex entrenador del seleccionado chino, no conocen.
Algunas de las estrellas que han migrado rumbo al futbol chino son: Paulinho, Jakcson Martínez, Lavezzi, Gervinho, Ramires, Alex Teixeira, Demba Ba, Fredy Guarín, Hulk, Oscar, Witsel y Tévez. Cada uno más caro que el otro. Carlos Tévez, quien había regresado a Boca Juniors porque ya no le interesaba el dinero pasó a convertirse en el jugador mejor pagado del mundo y de la historia; ganará 42 millones de dólares por temporada. Y analizando la tendencia, sólo es cuestión de tiempo para que alguien más lo supere.
Clubes europeos como el Inter de Milán (Italia), Manchester City (Inglaterra) Spanyol de Barcelona (España), Atlético de Madrid (España), ADO Den Haag (Holanda) y Socheaux (Francia) han recibido capital de empresas chinas que han sido incitadas por su gobierno para realizar estas inversiones. En una entrevista vía correo electrónico que le realizó Adrián Foncillas a Simón Chadwick para un artículo publicado en la edición número 2096 de la revista Proceso, el director de Estrategia de Negocios Deportivos y Publicidad de la Universidad de Coventry aseguró: “Los movimientos chinos en el futbol europeo no buscan ganar dinero, sino que están políticamente dirigidos. Para ganar un Mundial necesitan acumular conocimiento y experiencia y ser así, más competitivos. Hay un elemento de aprendizaje, que es lo que están adquiriendo. Todo está apuntalado por una agenda política”.
Desde hace algunos años los horarios de los partidos en Europa, principalmente de los más populares a nivel mundial, comenzaron a ser programados en horarios atípicos para que los aficionados chinos pudieran ver a sus estrellas favoritas. Los clubes, las televisiones no emitieron ninguna queja porque los patrocinios de empresas provenientes de aquel país empezaron a aparecer en camisetas y estadios. La revolución había comenzado. “Los chinos, como suelen hacerlo, entendieron el mecanismo y quieren aplicarlo. Si los grandes europeos pudieron comprarse el futbol mundial a base de dinero, ellos pueden hacer lo mismo”, escribió Martín Caparrós para el New York Times. Ahora sólo nos toca presenciar el proceso en el que los goles pasarán a gritarse en mandarín.
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