El Real Madrid no podía perder de otra forma. Hubiera sido imposible creer que perdiendo un partido en el tiempo reglamentario, la cabeza de Ramos no apareciera para salvar – una vez más – a su equipo. Entonces, desde el minuto 84, Ramos – ¿traicionado por el subconsciente? – anotó en propia puerta para emparejar el marcador y en el 92´, Jovetic con un disparo de larga distancia se encargó de liberar al Madrid de su propia felicidad. Porque no hay un estado más endeble y traicionero que el de la felicidad.
Juan Tallón escribió recientemente que “el Madrid, acostumbrado a ganarlo todo y siempre insatisfecho porque no había ganado nada más. Le gustaba vivir en el ojo del huracán. Cuando las cosas le iban demasiado bien, en su naturaleza estaba complicarse la vida para buscar de nuevo la victoria en condiciones adversas, contra los elementos, aunque no hubiese elementos. Sólo en mitad del naufragio, como dijo aquel, conseguía estar realmente a salvo”.
Después de cuarenta partidos sin perder el equipo de Zidane recobra el sentido de la realidad. Tendrá que despabilarse, darse cuenta que las rachas no son para siempre en un juego que padece como enfermedad propia que un equipo como el Madrid, precisamente como el Madrid, se mantenga invicto 40 partidos seguidos. Además, tenía que llegar el juego donde se dejara de explotar el ya denominado: “minuto noventa y Ramos”, quizá guardarlo para otra ocasión, en la que el tiempo transcurrido sirva de olvido y detonador de una sorpresa ya conocida.
Un récord, una racha positiva – de triunfos ganados – tiene un valor agregado: el morbo que despierta el próximo resultado: un triunfo que postergue la dicha de algunos o una derrota que cimbre un estado de gracia, abriendo la oportunidad para que el equipo se reinvente o acabe por joderse. Tal vez lo más difícil para el Madrid no era seguir ganando, sino perder y a partir de este momento, lo más fácil no será ganar sino perder, volver a perder. He ahí el nuevo reto y por lo tanto motivación que tienen de nueva cuenta el técnico y sus dirigidos.
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