El pasado sábado 6 de febrero, Anfield comenzó a quedarse sólo al minuto 77. Gran parte de los asistentes aficionados del Liverpool abandonaron el inmueble como protesta a la alza de las entradas para el próximo torneo a 77 libras.
A través de las redes sociales, promotor principal de las manifestaciones hoy en día, los aficionados lanzaron un comunicado con el hashtag #WalkOutOn77 para organizarse y protestar por algo que les parecía injusto.
En tiempos donde el futbol se comercializa más de lo que se juega, o se juega para comercializarse, los hinchas del Liverpool nos dejan una premisa educativa: “We are supporters not costumers” (nosotros somos aficionados no clientes).
Y más que clientes, consumidores. La visión de los directivos del futbol ha cambiado por la globalización y los intereses económicos que esto conlleva. Es un hecho que el futbol es un negocio y los equipos una empresa que debe ser autosustentable, pero hasta qué punto se ha llegado para que se empiecen a violar los derechos de los aficionados.
¿A qué me refiero con violar los derechos de los aficionados? A que muchos han invertido emocional y económicamente durante décadas en los equipos que apoyan, basados en una idea tan complicada como lo es: enamorarse de un equipo. Y muchas veces no sólo no son retribuidos con ver a su equipo mantenerse fiel a la filosofía por la cuál decidieron apoyarlo, sino que se les complica que lo sigan haciendo – como en este caso – mediante el incremento en los precios de los boletos.
Es un error dar por un hecho que los aficionados siempre estarán ahí, es también una traición hacia la tradición que se ha formado gracias a ellos, porque finalmente es a ellos a quienes el club se debe en todos sus aspectos. No a las compañías que se publicitan en el club. No a los jugadores que llegan como divas a cobrar cantidades estratosféricas y desestabilizar económica y grupalmente al equipo, por el simple hecho de querer vender camisetas.
Para mí, las imágenes del sábado fueron esperanzadoras, ver a los hinchas de un club como el Liverpool protestar por una causa como esa me regresó la fe en un sector vital en este deporte: los mismos aficionados, a quienes se les ha pasado a tratar como clientes, consumidores, y que en una gran escala, han pasado a ser tal cosa.
Es un mensaje que nos recuerda que los aficionados jugamos un papel muy relevante, que nos podemos empoderar y encausar para protestar ante lo que nos parece injusto. No por nada, a partir del minuto 77, el “You´ll never walk alone” se dejó de escuchar para darle entrada a los cánticos que apoyaban al Sunderland, y el Liverpool acabó empatando un juego que tenía en la bolsa.
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