En 1934, Mario Fernández “Don Facundo” recibía los cables informativos desde Italia, sede del Mundial que se estaba llevando a cabo y con ellos realizaba un informe de los partidos. Fue a través de él que los mexicanos se enteraron de la derrota ante Estados Unidos. Lo escucharon en la radio, en la X.E.Y.Z.
Los aficionados mexicanos recibieron las primeras malas noticias de su selección a través de la radio. Escuchaban el resultado, quiénes habían anotado los goles y a partir de ahí su imaginación hacía el trabajo restante. Tal vez por desconocer los pormenores del partido, era más fácil digerir la noticia: cabía la posibilidad de imaginar a un equipo perdiendo con dignidad. La imaginación como consuelo.
Con el tiempo la radio tuvo un gran impacto en los aficionados del futbol y los dirigentes pensaron que la ausencia de la gente en los estadios se debía a que preferían escuchar los encuentros desde la comodidad de su casa. Tuvieron que regular los derechos de transmisión y dependiendo la venta de boletos decidían qué partido se podía transmitir. La radio no tuvo el impacto negativo que tanto temieron, finalmente hicieron negocio con la venta de los derechos y la afición al futbol no hizo otra cosa que crecer.
Julio Sotelo, periodista de la X.E.B creó en 1940 el primer noticiero futbolístico de la radio en México. Sus reporteros se asomaban por la barda del estadio y le avisaban cómo iba el encuentro, Julio desde un coche afuera del estadio transmitía los informativos. La gente escuchaba con atención sin tener en cuenta las complicaciones de la producción.
El escritor peruano Daniel Alarcón relató en un artículo para el diario El País titulado, Cuando seguíamos el futbol por la radio, la historia de la efímera carrera de su padre como narrador de partidos de futbol. Desde pequeño, cuando iba al estadio se asomaba al palco de transmisión y se quedaba absorto viendo a esos hombres a los cuales “nunca les faltaban las palabras”. Todos los sábados comenzó a ir a un campo detrás de su colegio y con un micrófono conectado a un “altavoz diminuto” relataba los partidos que se disputaban. “Los jugadores reaccionaban ante sus barrocas e ingeniosas descripciones del partido y mejoraban la calidad de su juego”.
En su novela El regate, Sergio Rodrigues a través de su personaje Murilo Filho, mítico cronista brasileño, contemporáneo de Nelson Rodrigues, aborda la influencia de la radio en la época de oro del futbol brasileño. Murilo, enfermo de futbol, discute con su hijo Neto, desinteresado en el tema: “O tu piensas que es casualidad que nuestra época de oro pasara, Tiziu? ¿Qué es casualidad que aunque hoy todavía podamos, con mucho esfuerzo, montar una selección competitiva aquí o acullá, que aunque continúan naciendo cracks y todo lo que quieras, resulta evidente que perdimos el hilo de la meada? ¿O no será que eso tiene que ver con el hecho de que la radio ya no es el medio por excelencia del futbol? No veo que nadie diga que al menos una parte de la responsabilidad de esa decadencia es culpa de la televisión. La televisión es un vehículo desprovisto de la imaginación que condena los partiditos de mierda a ser partiditos de mierda, nada más que partiditos de mierda, y a reproducirse ad nauseam. Para mí está claro: lo que nos hace una falta del demonio es el fermento radiofónico de la mentira”
El padre de Daniel Alarcón, Renato Alarcón comenzó a competir en concursos locales. En uno de ellos improvisó un partido imaginario “entre su adorado Melgar y el Universitario”. Cuando narró el primer gol de su partido inventado la gente se emocionó y aplaudió de pie. El futbol se imaginaba, la gente no necesitaba ver las imágenes para emocionarse. El futbol era un derivado de la literatura, los locutores lo leían y los aficionados escuchaban con expectación.
Así como en su momento la radio renovó el deporte, la televisión lo hizo años después. La telecracia, como lo denominó Eduardo Galeano nació en el Mundial de 1986 y a partir de ahí, los horarios de los partidos no se pensaron en favor de la gente que asistía al estadio o en los jugadores, sino en los televidentes que representaban millones de dólares en ventas de publicidad. Sin embargo, en México tuvimos a un necio salido de la escuela de la radio que no mutiló su talento con la llegada de nuevas tecnologías.
Juan Villoro escribió sobre Ángel Fernández, uno de los locutores deportivos más importantes – sino es que el más importante: “Ángel vivió un momento decisivo en la cultura de masas, el paso de la radio a la televisión. Formado en la escuela radiofónica, donde había que precisar el rumbo de la pelota, entendió que la televisión comportaba otros desafíos. De poco sirve explicarle al espectador lo que está viendo. El rapsoda del Estadio Azteca se desentendió del discurso objetivo y convirtió la cancha en un pretexto para la metáfora. Enemigo de la mesura, creó un tejido narrativo en el que intervenían poemas, canciones, anécdotas y epigramas que delataban el eléctrico estado de su mente”.
Sin tener como propósito desestimar los beneficios que han traído la televisión y el Internet, hoy 13 de febrero, día internacional de la radio, tenemos un buen pretexto para recordar la influencia de la radio en el futbol y reflexionar sobre cómo la lejanía de la radio ha cambiado el deporte y nos ha cambiado como aficionados. Quizá la literalidad de las imágenes nos ha privado de lo literario.
Con información del historiador Carlos Calderón Cardoso, autor del Anecdotario del futbol mexicano (I) Y (II) y de Trelles.
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