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Se juega algo más que el orgullo

Por: Jacobo Molina Rodríguez

Podría empezar diciendo que el fútbol en la ciudad de Monterrey se vive distinto a como se vive en cualquier otra parte del país. A ello añadiría que contamos con la mejor afición y un par de lugares comunes más, pero no, quiero empezar contándoles que mi afición hacia Monterrey empezó desde niño, alrededor de los siete u ocho años. En ese tiempo, recuerdo, Tigres contaba con una considerable diferencia en clásicos ganados. Esa diferencia se acortó durante la etapa de Víctor Manuel Vucetich al mando de la Pandilla, cuando Rayados consiguió ganar dos campeonatos de liga entre los años 2009 y 2010.

Para entonces, algo había cambiado entre los aficionados rayados: el clásico no dejaba de ser emocionante y, sin embargo, ahora se discutía por títulos entre la comunidad regia. El énfasis había cambiado para siempre.

Tiempo después, en 2011, la afición tigre tuvo la oportunidad de ver a su equipo campeón por primera vez en casi 30 años. La rivalidad había crecido entre los equipos regios. No obstante, ahora también existía una rivalidad con otro equipo del norte (Santos Laguna) y, poco a poco, esa competencia se extendió a todo el país. En redes sociales uno ya podía encontrarse con discusiones entre aficionados regios con los de equipos capitalinos, tapatíos, del Golfo y, en resumen, de toda la liga. Ese crecimiento en el nivel del fútbol que se juega en Monterrey y en las discusiones se ha disparado exponencialmente hasta el día de hoy.

Vimos a los dos equipos regiomontanos llegar a varias finales más, entre las que Rayados ganó tres Concachampions y Tigres dos nuevas ligas. Sin embargo, lo impresionante no fue solo ver a nuestros equipos ganar, sino que, incluso en los malos torneos, todo aficionado tenía ya el derecho a reclamar a su directiva, a los jugadores, a la gestión y hasta el preparador físico. Y la razón es sencilla. Se contaba ya con dos de los mejores –y hoy sin duda los mejores- planteles del país. La clasificación a la Liguilla pasó a ser cosa de rutina. Ahora se demanda un campeonato.

Las lágrimas derramadas por un pase a semifinales cada seis o siete años, por salvarse del descenso o determinar cuál era el mejor club de la ciudad habían sido opacados por la próspera nómina de ambos equipos.

No cabe duda – y esto sí se lo copio a otros medios – de que el fútbol regiomontano ha subido mucho de nivel hasta el punto de ser, en este momento, el más importante de la Liga MX. A esa hegemonía se debe la discusión extendida a aficionados de cualquier equipo.

Este jueves se vivirá el episodio más importante en la historia de los clásicos regios. Un episodio que, como aficionados, apenas pudimos soñar hace una década. El domingo uno de los dos equipos regios dará un golpe de autoridad. Pero ese golpe no ha de ser ya solo por el dominio de la ciudad. Ese golpe hará temblar a todo el país, puesto que dará a conocer al equipo dominante en toda la Liga MX. Lo sabemos: no es cualquier clásico, es el clásico que hará brillar aún más al mejor equipo de los últimos torneos y, quizá, de los últimos diez años.

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