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El ídolo y el tiempo

No hay peor forma de darse cuenta que ha pasado el tiempo que la repentina melancolía causada por la partida de un ídolo. Enfrentar el irremediable fin de las cosas que nos dice que ya no somos los de ayer y tal vez tampoco somos quienes pensábamos que seríamos.

Steven Gerrard se retira por segunda vez – porque digan lo que digan, su primer retiro fue cuando salió del Liverpool, de donde quizás nunca debió de haber salido – y el futbol se queda un poco más huérfano de un valor que pierde cada día más fuerza: el amor incondicional a una camiseta, que ha dejado de ser, tristemente, una razón por la cual los aficionados deciden admirar a un jugador.

Martín Caparrós escribió que uno se hace de un equipo: “no es poca cosa, hacerse. Y que, ya hecho, uno no era hincha de un equipo: era de un equipo. No es poca cosa, ser”. Antes que jugador, Gerrard fue – es – del Liverpool, desde que su primo Jon Paul, muerto en la tragedia de Hillsborough y por quien dijo: “Nunca se lo he dicho a nadie, pero juego al futbol por él”, lo contagió de esta enfermedad que nos tiene ahora a nosotros lamentando su partida.

La grandeza de Gerrard no se mide en su palmarés, que no deja de ser envidiable, no se le recordará por llevar a su equipo al fin de una sequía de títulos de liga – hasta hoy – interminable, y puede ser que por eso mismo, su figura no haya sido explotada a través de premios que pretenden hacer del futbol algo absoluto. Tiene otros parámetros, otros que muchos desestiman etiquetándolos como “románticos”: su fidelidad a una camiseta, su entereza para enfrentar fracasos y la autoridad bien ganada con la que fungía como mentor de tantos otros que hoy lo reconocen sin pudor alguno por la simple noción de hacerle justicia a un “héroe”, como lo denominó Xabi Alonso.

Por años cargó con la pesada responsabilidad de mantener a flote a un equipo que dejó de ser el de antes, de ganar títulos e insistía en convertirse en uno más mientras su archirrival sumaba títulos hasta superarlo, y lo hizo hasta su último día en Anfield, cuando con toda humildad se hizo a un lado situando al Club por encima de cualquier figura – su figura – al afirmar que el futuro lucía prometedor por los grandes jugadores en la plantilla y la buena dirección técnica que se tenía en ese entonces con Brendan Rodgers.

El día de hoy lloré por segunda vez a Steven Gerrard al ver videos que documentan sus cualidades futbolísticas y los goles increíbles que hizo con la naturalidad de quien tiene un talento innato y echaremos tanto de menos, porque no es por ponerme muy selectivo, pero su famosa posición: box to box, hoy es ocupada por otros tantos que no lucen como él o como su compañero de selección, Frank Lampard.

Eliseo Alberto escribió que “la añoranza es un estorbo y la nostalgia, tremenda calamidad”. Gerrard se va y nosotros nos damos cuenta que el tiempo pasa y que somos un poco más viejos, nos quedamos con ese estorbo que es la añoranza y la calamidad que representa la nostalgia.

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Written by Miguel Lapuente

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Nunca caminarás solo Steven Gerrard

Recuperar el orgullo