Cuentos de fútbol por Leo
El jugador se inclina hacia la pelota que yace sobre el césped para tomarla con ambas manos. Se la queda mirando, en silencio, con la brisa haciéndole cosquillas en las orejas. La limpia con la mano izquierda para sacarle un poco la suciedad y luego al besa cerrando los ojos, como si fuera un primer beso. Cuando vuelve a mirarla, sonríe mostrando sus dientes superiores.
Camina de manera pausada, como si no tuviera ninguna urgencia ese penal, como si no definiera nada. Vuelva a apoyar el balón en el pasto y lo reacomoda hasta que deja de moverse. El jugador retrocede unos pasos sin dejar de observar la pelota; y cuando cree que está en la distancia adecuada, se corre hacia la izquierda para hacer la carrera en diagonal.
Levanta la vista y ve al arquero agazapado debajo de los tres palos. Eleva un poco más la mirada, arriba del travesaño y se encuentra con la tribuna repleta de hinchas y sus gritos. Lejos de ponerse nervioso, le genera una sonrisa de satisfacción.
Vuelve a mirar al arco. El viento hace que el mechón del arquero flamee sobre su tabique nasal. Cuando el arquero levanta la mano izquierda para acomodarse el pelo, el jugador avanza a la carrera izquierda-derecha-izquierda. Va a patear, y de repente, un grito desintegra la tribuna y al arquero. Desaparecen de la nada.
-¡FRANCO! ¿Qué es esta mala nota que te firmó la maestra en el cuaderno?
Franco abre los ojos bien redondos, arqueando las cejas en una inconfundible cara de susto. Se tapa la boca, agarra la pelota y sale corriendo a esconderse.