Los años pueden endurecer el carácter, pero también te ablandan. Y yo, que llevo 22 años yendo al estadio con mi papá, me dispuse a escuchar para rendirme al discurso. Me vi con mi padre en la tribuna y no me acordé de ningún título ganado, de ningún gol glorioso. Sólo me acordé de él, llevándome a la cancha. De nosotros caminando hasta casa, sufriendo como imbéciles, abrazándonos a cualquier aficionado que en esa temporada compró los lugares cercanos a los nuestros, por que nosotros siempre tuvímos los mismos, bueno desde que me empezó a llevar al estadio ya hace más de 22 años, nos recuerdo comiendo un choripan del negro Esquivel y su sabor impresentablemente tóxico pero era la mejor comida de la semana. Tuve ganas yo también de agradecer al padre por haberme mostrado ese mundo nuevo desde un asiento. Y pensé en mi hijo… En lo que viene, en el que algún día tendré. En la cancha que me espera, ojalá, algún día.
Y no lloré, bueno si poquito.
También me acordé de todos aquellos conocidos que le transmiten los valores de pertenencia a sus hijos. Y en la historia del niño que va a la cancha por primera vez, todavía muy chiquito, a ver a su equipo. Cuando llegó el gol, el niño se asustó al principio con el grito de los hinchas. Enseguida su papá lo abrazó y se pusieron a festejar juntos. Al final del partido, el niño preguntó el porqué de tanto lío en la celebración. Su papá quiso ser didáctico y le habló de la alegría del gol. Es lo más lindo que existe, dijo. El punto cúlmine. No hay nada mejor, dijo. “No papi”, respondió el chico. “Lo mejor es abrazar”.
Ni Decio de María, ni tiros, ni sindicalistas, ni política mal entendida, ni FIFA corrupta, ni corrupción, o reglas 10/8. El mayor cumplido que se le puede dar a este comercial es haber encontrado, en medio de la mugre, una esencia innegable, una característica fundacional del futbol que ni la modernidad ni el dinero pudieron mover un centímetro. Y no tiene que ver con el juego. Tiene que ver con el sentimiento del hincha: no es hacia el club; es hacia lo que el club logró que fuéramos con la gente que queremos.
Puede ser increíblemente ingenuo. Pero así me gusta. Así me gustaría que fuera también para mi hijo. Porque en este futbol elitista en donde de 17 partidos si no tienes dinero sólo puedes ver tal vez dos o tres, (Gracias SKY) lleno de dirigentes horribles, de arreglos enrevesados, representantes, negociados y el pacto de caballeros, uno se sigue rindiendo ante la familia, los colores, el ídolo y la pelota.
A la hora de hablar de futbol, veo el barro, la mierda y la sangre. Pero me rindo ante los que saben tocarme el sentimiento. Shakespeare, indignado por todo lo que dejo de decir sobre la ruindad de un deporte que solía ser hermoso, me haría decir lo mismo que puso en boca de Lady McBeth: “Mis manos son de tu color, pero no me avergüenzo de llevar un corazón tan azul y blanco”.
Adaptación Lo mejor es abrazar.
GIPHY App Key not set. Please check settings