Por Manolo Vargas
Me habían quedado unos cuantos días de descanso después de haber vivido un pesado semestre de intercambio, no paraba de escuchar los planes de todos en la residencia donde vivía, algunos apuntaban hacia La Patagonia argentina, otros veían Río de Janeiro como su punto de visita antes de regresar a su país de origen.
Mis amigos de Perú se decidieron por las playas de Punta del Este en Uruguay, así pensaba que lo único que me quedaría sería recorrer algunos estadios de futbol de Buenos Aires antes de volver a México. Siendo honestos, las historias que podría contar el Monumental de River Plate o la Bombonera de Boca Jrs., son historias que erizan la piel de los fanáticos del deporte más hermoso del mundo.
Sin embargo, fiel a mi obstinación de perseguir algo que tuviera que ver más con lo que a mí me gusta, hice un viaje quizás poco ortodoxo tomando en cuenta que mi visita no era para turistear, sino para conocer un escenario que le había dado historia a un deporte poco conocido y mucho menos practicado en Argentina, como lo es el softbol, mi rumbo era hacia la ciudad de Paraná, la capital de la provincia de Entre Ríos y también la denominada Capital del Softbol Argentino.
Para un servidor no era tan descabellada la idea de ir a visitar dicha ciudad, había estado casi cinco meses sin encontrar softbol en Buenos Aires y era una incógnita saber dónde se entrenaban los argentinos que habían ganado recientemente una medalla de Bronce en los Juegos Panamericanos de Toronto.
Conté con la suerte de haber jugado béisbol con personas que conocían más el ambiente del softbol y que incluso, estuvieron en procesos anteriores de la selección de softbol argentina, todos me mencionaron que el mejor softbol del país era el de Paraná, así que no dudé en tomar el camión en la estación de Retiro para viajar siete horas y llegar hasta allá.
Salí a la medianoche del viernes, estuve latente a no pasarme de largo durante todo el trayecto, pasé de madrugada por Rosario, la ciudad que vio nacer al gran Lio Messi y llegué justo cuando la luna se iba escondiendo a la Gran Santa Fe.
Sabía que no faltaba mucho para llegar a mi destino, recuerdo que me habían dicho que justo al salir del túnel subfluvial que dividía Santa Fe y Paraná mi mirada fuera hacia la izquierda, ahí iba a ver sin pierde el recinto más importante del softbol argentino.
Uno no sabe si son cosas del destino pero el Estadio Nafaldo Cargnel es lo primero que se ve a la entrada a Paraná, eso quizás es el sueño de muchos deportistas en su ciudad y los paranaenses lo tienen.
Llegué como al mediodía al estadio, sabía que había concentración de la selección argentina de softbol y esperaba tener algunas complicaciones para ingresar. Las cosas no fueron así, el estadio sólo estaba ocupado por 30 jugadores, seis integrantes del cuerpo técnico, tres umpires, un anotador, el señor que vendía lonches y yo.
Cuando empecé a platicar con los jugadores y cuerpo técnico, la mayoría con experiencia en torneos internacionales, me decían que algunas de las mejores historias como softbolistas habían ocurrido en casa. El estadio abrió sus puertas en 1989, seis años más tarde fue sede de los Juegos Panamericanos de Mar de Plata en 1995, fue de las pocas sedes que tuvieron que realizarse fuera de la provincia de Buenos Aires, debido a que no contaban con ellas.
Se volvió mundialista en 2012, tras recibir el noveno Campeonato Mundial Juvenil de softbol, pero se volvió importante para la historia del softbol argentino el 10 de noviembre de ese mismo año, cuando la albiceleste derrotó en su casa a Japón para coronarse por primera vez campeón del mundo en esta disciplina. Posterior a eso vinieron logros importantes como un cuarto lugar en el mundial de mayores en Nueva Zelanda y otro Campeonato Mundial Juvenil en Whitehorse, Yukon en Canadá.
El último torneo internacional que recibió fue el Panamericano de Softbol de 2014, donde Argentina se colgó la plata, un torneo recordado por remontadas fantásticas ante Estados Unidos y Canadá.
Lo trascendental de este lugar no reside en los torneos que haya albergado en sus casi 27 años de vida. Este lugar es donde todas las promesas del softbol gaucho se consolidan para representar con orgullo y dignidad a su país. El estadio Nafaldo Cargnel más que el lugar de entrenamiento, más que el campo de batallas, es el campo de los sueños, ese donde los peloteros que buscan poner a su nación en lo más alto, aun sabiendo que esto no es algo comercial, que de esto posiblemente no se vive, pero muchos viven con la satisfacción más importante, la de saber que tienen una casa que siempre los protege y los acobija, aún después de terminar el juego.
GIPHY App Key not set. Please check settings