POR ALFREDO RAMÍREZ
Dicen que el hubiera no existe, pero en casos como el de Goran Ivanisevic puede que sí aplique.
Y es que si el croata no hubiera coincidido en la época de Pete Sampras estaríamos hablando de que el tenista podría haber sido un ícono en la historia en el circuito.
En 1994, Ivanisevic ocupó el segundo lugar del ranking mundial, sólo atrás de Sampras, claro, hablando de números, pero no de carisma.
Pues mientras el estadounidense se caracterizaba por su carácter frío y alejado del contacto con la gente durante los partidos, el croata era todo lo contrario, ya que nunca pasaba desapercibido.
Tenía un carácter indomable, era combativo y ganchaba a la afición que asistía a sus partidos, como en la Final de Wimbledon del 2001, en la que entre cada uno de los últimos puntos se hincaba en el suelo para rezar y persignarse como pidiendo apoyo divino para quedarse con el triunfo.
Ivanisevic estará en Monterrey del 2 al 8 de octubre para participar en el Abierto GNP Seguros junto a otras leyendas del tenis mundial.
De hecho, el título de Wimbledon del 2001 es considerado como una de las mayores hazañas en el tenis, pues lo consiguió entrando al torneo con un wild card, ya que no tenía el ranking suficiente, algo que nadie ha podido volver a hacer en el mítico torneo.
Para coronarse tuvo que vencer a figuras como Carlos Moyá, Andy Roddick, Greg Rusedski, Marat Safin, Tim Henman y finalmente a Patrick Rafter, en la mitad de esos partidos no era el favorito.
Es reconocido por ser uno de los mejores sacadores en la historia del tenis, tiene el récord de más ases en una temporada, con mil 477 en 1996, y es el tercero de más ases en su carrera, sólo atrás de Ivo Karlovic y Roger Federer.
Es un ídolo en su país, pues ha participado en varios realitys en la televisión croata, es fanático del futbol, su equipo favorito es el Haiduk Split, con el que jugó un partido amistoso en el 2007.
Hizo pareja en sus inicios con Slobodan Zivojinovic cuando ambos pertenecían a la extinta Yugoslavia, pero cuando estalló la guerra y él se convirtió en croata y Slobodan en serbio, le dejó de hablar.
Quien lo conoce y ha platicado con él afirma que es un tipo con gran personalidad y siempre con una visión distinta y divertida de las cosas, sobre todo si se trata de su propia carrera.
“Cuando gané Moscú en 1996, recuerdo que volvía al hotel a las 7 de la mañana de cada mañana. Después del partido salía de fiesta y me dirigía al hotel alrededor de las cinco, pero no llegaba hasta las siete.
“Luego dormía hasta las tres de la tarde, comía y después, sin calentamiento ni preparación, me iba a cancha a jugar sobre las seis. Así gané el torneo”, recuerda Ivanisevic en una de sus tantas anécdotas.
Así es Goran, el que durante la guerra de los Balcanes tenía un guardia de seguridad en la puerta de las habitaciones de los hoteles, el que vivía amenazado por rehusarse a jugar por Yugoslavia, el que prometió que iba a hacer más por su pueblo con una raqueta que con una ametralladora.
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