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Las lecciones de Zidane

Existen personas que saben marcharse con estilo. Hay algunas que lo hacen intencionalmente y se esfuerzan demasiado, a otras les sale natural. Zidane es una de ellas. Admiro la forma en la que se retiró como futbolista profesional. Darle un cabezazo en el pecho a Materazzi para defender el honor de su madre y hermana en la final de un Mundial me parece heroico. No sólo por la cuestión implícita: defenderlas, sino por recordarnos que existen otras cosas más importantes que un partido de futbol.

La llegada de Zidane al banquillo del Real Madrid estuvo rodeada de ilusión e incertidumbre. No hay una mejor noticia que saber que uno de los ídolos más grandes de tu equipo será el nuevo entrenador, pero en estos tiempos en los que esa figura tiene tanta relevancia y además de resultados se le exige la elaboración de un estilo propio y revolucionario, el francés generaba muchas dudas por su poca experiencia. En el futbol el futuro es el presente.

El francés sabía que el Real Madrid es una institución que mira atrás y en vez de analizar las formas, cuenta los títulos por decenas. A pesar de ganar una Champions en sus primeros seis meses como técnico, se le criticó por no hacer del Madrid un equipo espectacular. “Tiene crédito lo que ha hecho”, decían, “pero no pasará a la historia porque su estilo de juego no ha marcado época”. Al poco tiempo se hizo de un estilo: ganar.

Y poco a poco fue ganando más. Y mientras ganaba demostró que existen otras formas de revolucionar el juego, administrar los egos de una plantilla galáctica mientras la prensa insiste en que nuevos fichajes son la única forma para mejorar.

Su tercera temporada como técnico del Madrid estuvo rodeada de complicaciones. El equipo se cayó después de ganar casi todo, se tiró la liga en diciembre y una derrota frente al Leganés en el Bernabéu los dejó fuera de la Copa del Rey. Zidane confió en la fórmula utilizada el año pasado, darle oportunidad a los jugadores secundarios y no tuvo el mismo éxito. Los dos fracasos rodearon de inseguridad al equipo y cada paso en Champions generaba muchas dudas. Pero siguieron, algunos partidos los ganaron con autoridad y otros estuvieron a punto de perderlos ridículamente.

Cuando uno habla o escribe de futbol resulta imposible no especular. No sé con exactitud cuándo tomó la decisión de renunciar, pero creo – especulo – que fue durante los meses de enero y febrero, cuando se confirmó la crisis del equipo. La Treceava no iba a cambiar su decisión, sólo le agregó más estilo. Carajo, lo admiro más. Nos ha recordado que en el futbol los títulos no son lo más importante.

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Written by Miguel Lapuente

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