Por: Roberto Garza Lira
El domingo por la noche perdí mi liga de pick ‘em, la cual, en términos prácticos, es una quiniela. Esta derrota tiene una breve y directa explicación: exceso de fe y amor por el underdog, los Gigantes de Nueva York.
Pongamos contexto: Hollywood nos ha vendido infinitas historias del equipo subestimado, del atleta problemático, de personajes que rondan caminos difíciles y tormentosos. Dramas para aferrarse al asiento deseando que algo más allá que solo suerte suceda y los protagonistas rediman sus circunstancias, callen a los críticos, y triunfen. Una victoria en medio de la sorpresa y del drama.
En la temporada del 2007, Brandon Jacobs corría (eficientemente) para los Gigantes, quienes clasificaron para playoffs como comodín y un módico récord de 10-6. La victoria ante Tampa no fue sorpresiva; ganarle a Dallas sí. Ni se diga frente a los Empacadores de Brett Favre donde Tom Coughlin tomó venganza de la paliza que estos le habían dado en temporada regular. New York llega al Super Bowl para enfrentar a la ofensiva que sentó un nuevo récord tanto de puntos anotados como de diferencia. New England estaba invicto y todas las apuestas los señalaban como favoritos. Finalmente David le ganó a Goliat en gran parte gracias a un pase atrapado con el casco.
En 2008 una de las mayores figuras de perseverancia y sorpresa, Kurt Warner, llevaba el mando de una ofensiva feroz donde brillaba Larry Fitzgerald y Anquan Boldin. Entrando a playoffs con un récord de 9-7, los Cardenales eran definitivamente el underdog. El cariño que cultivó este equipo conforme fue avanzando hacia la última instancia solo hizo más difícil ver la derrota (con la frente en alto) ante Pittsburgh en uno de los mejores (sino el mejor) Super Bowl de la historia.
En la temporada del 2011, unos Gigantes de 9-7 jugaron agresivos e incesantes contra Green Bay para luego derrotar a San Francisco y volverse a ver las caras con New England en el Super Bowl. Esta vez los Gigantes no tuvieron que hacer uso del drama: contundentemente neutralizaron y dominaron a los Patriotas. Entraron infravalorados y salieron hundidos en ovación.
A diferencia de la temporada del 2011, en el último encuentro de playoffs, quien lanzó un pase de anotación en los últimos dos minutos para llevarse una ventaja a medio tiempo no fue Eli, sino el todopoderoso Aaron Rodgers. Green Bay ajustó su ofensiva y organizó una defensa que aniquiló por completo al que pintaba para ser el underdog de la temporada. Uno que había probado ser la kriptonita del mejor equipo de la conferencia americana y nacional. Ahí se fue mi pick ‘em y para fines prácticos, la culpa es de Odell Beckham Jr. por ponerse una máscara del Cruz Azul.
Por más análisis, crítica y estudio, dentro de cada uno de los seguidores y amantes de este deporte, existe una voz que habla de milagros y de esperanza. Una voz que se creó gracias a Marshawn Lynch destrozando la defensa del entonces campeón de la liga y sorpresivamente eliminándolos en playoffs. Voz misma que sabe que aún estando abajo por 32 puntos, el partido aún puede ganarse. Voz que habla sobre el Music City Miracle. Voz que habla sobre The Catch. Voz que dice que en este deporte, nada es un hecho, que el fútbol es ridículo y que todo puede suceder.
Creí de más en el underdog porque eso es lo que hacemos. Porque tarde que temprano, Detroit llegará al Super Bowl; los Browns encontrarán a un mariscal de Pro Bowl; Alex Smith lanzará un pase profundo que será atrapado; Jim Harbaugh volverá a la NFL; Chip Kelly será vetado y Tony Romo será valorado.
Porque de eso se trata la NFL, de que lo que parece imposible suceda, de que exista la magia.
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