Hay algo que no se puede poner en discusión: la Bombonera es un templo. El estadio de Boca conserva la mística de noches inolvidables, de conquistas soñadas y de milagros sin precedentes. La cancha posee una insólita infraestructura, que no se ve ni por asomo en otros estadios de fútbol argentino y genera un ambiente envolvente, con una acústica sensacional. No hay mejor forma de comprobar esto, que oír las declaraciones de los protagonistas que por ella pasaron. Según Roberto Ayala: “Estábamos en el vestuario, y a mí me asombrada que justo estábamos debajo de la hinchada de Boca… Y ellos empezaron a gritar y temblaron las paredes, parecía que se movía”. Para Ramón Cabrera: “Me da terror ir a jugar a la Bombonera. Siempre lo dije y lo sostengo”. Ahumada contó alguna vez que “yo he jugado en la cancha de Boca, ganando 2 a 0 y la gente de Boca se nos caía encima”. Hasta Andrés Iniesta la halagó: “Es un estadio mítico. Tuvimos la posibilidad de entrenar en un campo con mucha historia, que normalmente lo vemos por la tele, vemos el ambiente que hay, y tener la suerte de entrenar aquí es realmente muy bonito”.
La Bombonera es un espectáculo en sí. Está en las guías que los turistas compran cuando visitan la Argentina, aparece en revistas y portales como uno de los mejores estadios del mundo y recibe visitas de famosos internacionales.
El único problema que tiene el Estadio Alberto José Armando es que en él hace de local un club demasiado grande. Si se tratase de un equipo con pocos hinchas, no habría discusión pero Boca es una fábrica de hinchas. Como bien explicó Carlos Bianchi, histórico DT del club: “Los bosteros son como los chinos, por cada uno que muere nacen dos”. El estadio se empezó a construir en 1938 y tiene capacidad solamente para 49 mil espectadores. Además de que Boca llena su cancha cada vez que juega, hay una lista de cerca de 70 mil (sí, ¡70 mil!) socios adherentes. Es decir, socios que pagan una tarifa menor y que están en una lista de espera para ver si en algún momento pueden ser definitivamente socios. Una de las mayores estafas promovida por la dirigencia que encabeza Daniel Angelici.
Se estima que estas 49 mil localidades, en cinco años solo serán cerca de 30 mil. La Ciudad de Buenos Aires y la FIFA están imponiendo reglamentaciones para que todos los estadios tengan butacas en todos los sectores de la cancha (adiós populares, menos localidades). No habrá más público de pie.
Para que se comprenda la cantidad de hinchas de Boca que hay: el día de la vuelta de Carlos Tevez al club el estadio colapsó y se llenó por completo. Ni siquiera había un partido ese día, que encima era laborable. En la última fecha del torneo local del año pasado ante Tigre se tuvieron que cerrar las puertas porque había gente intentando ingresar sin ser abonada a la cancha y la misma no dio abasto. Muchos socios se quedaron afuera sin ver la fiesta del campeón.
Boca no puede darse el lujo de dejar a sus socios afuera. Boca no puede darse el lujo de prohibirle a un padre asociar a su hijo. Boca no puede darse el lujo de privarle a sus hinchas ver un partido en vivo. Boca merece más. Merece una cancha de más de 70 mil espectadores, con comodidades del primer mundo, que se llenaría todos los domingos. Merece el estadio más grande de Argentina.
Con respecto a La Bombonera, no tiene porqué jubilarse. Se podría utilizar en aquellos partidos con menor concurrencia, contra equipos “chicos” y además podría albergar el museo del club y otras instalaciones de índole administrativa.
La ampliación del actual estadio no tiene ningún asidero. Comprar las casas linderas a los palcos para hacer una tribuna es imposible, con que solo un inquilino diga que no, el proyecto se derrumba. En el mejor de los panoramas, uniendo las terceras bandejas norte y sur o hundiendo el campo de juego, se ganarían en torno a 10 mil ubicaciones (de pie), menos de un tercio de lo que se ganaría con un nuevo estadio.
El espejo de Boca es Europa: el West Ham dejó el Boleyn Ground, estadio con capacidad para 35 mil espectadores en donde hizo de local desde 1904 para mudarse al Estadio Olímpico de Londres, con más del doble de capacidad. El Tottenham también está levantando un nuevo estadio, al lado del actual (White Hart Lane, construido en 1899), con el que ganará más de 30 mil localidades. La lista sigue. Del conocido viejo continente queda poco, que avanza a pasos agigantados hacia el mañana.
Es hora de cambiar. Como todo cambio cuesta hacerlo, pero es un paso hacia adelante. El hincha no puede enamorarse de los ladrillos. Boca seguirá siendo Boca. El afecto por un estadio no puede valer más que el deseo, hoy trunco, de muchos hinchas de ir a la cancha. Sea cual sea el estadio en el que juegue, Boca seguirá siendo uno de los clubes más ganadores del mundo y seguirá teniendo noches brillantes como en la última década. Boca necesita una casa en donde pueda albergar a toda su familia, no se puede dejar a un hijo o a un padre sin ver al amor de su vida al menos una vez a la semana.
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